jueves, 29 de octubre de 2015

Inspiración nocturna.


Últimamente, cada vez que me acuesto para ir a dormir, la inspiración me viene de golpe. No sé a qué se debe, pero cada vez siento más las ganas de dar un impulso atroz y levantarme para escribir lo que vaga por el océano de mi mente. Lástima que el cansancio propio de las postrimerías del día, no me lo permita.

Hoy he conseguido acordarme de algo, no mucho, solo unas palabras, pero suficiente para decidirme a escribir de nuevo. Decía así…

“llovía fuera y yo…” eso es lo único que recuerdo. Pero me ha servido para crear una nueva invención, todo sirve de algo cuando se trata de pasión y sentimientos. Procedamos.

Llovía fuera y yo estaba pensando en ti, para variar. Estaba sentada en mi sofá mientras una taza enorme de café con leche y mucha espuma se enfriaba, veía mi película favorita, con su historia de amor característica y, para completar mi día tan perfecto, me habían dado la feliz noticia de que hoy tenía pizza para cenar. Lo tenía todo. Pero me faltabas tú.

Cuando pienso en ti, no te figuro a mi lado viviendo algo impresionante, te trato de imaginar en tu vida, en tu día a día, con la gente que te rodea y que yo no conozco, pero que les envidio profundamente porque tienen la suerte de tenerte como amigo;  y mientras yo aquí.

A veces me da por pensar que tú también estás pensando en mí. Y eso me mata más. Creo que no podría permitirme a mí misma el saber o descubrir que todo este tiempo has sentido lo mismo que yo y que, por sustantivos  tan voraces como el orgullo, el destino, las circunstancias o vete tú a saber qué, no podemos estar juntos. Prefiero pensar que no me quieres, que no me piensas y que yo sola curaré mi herida. Como siempre hago.


Llovía fuera, y de repente un rico olor a palomitas de microondas me sacó de mis pensamientos tan bonitos pero a la vez tan mortíferos; un minuto de cada quinientos veinte, pienso que igual no puedo disfrutar de tu lado, pero que puedo hacerlo de la vida con los pequeños placeres que esta nos regala. Y ahora me encuentro en este momento, las palomitas están listas: te veo en sesenta segundos.

lunes, 26 de octubre de 2015

Reflexiones de una morena: ¿La distancia es el olvido?

Y me volvió a pasar. A mí, que me prometí a mí misma no volver a caer. Aquí estoy. Dicen que la distancia es el olvido, yo como una ingenua me resistía a creer eso: "Todo es posible si hay amor", decía; "El amor lo puede todo", insistía. Antes de esto, había tenido unas cuantas amigas en distancia, y todo había funcionado perfectamente. Hablábamos todos los días, hacíamos skype, y cuando conseguíamos vernos en persona cada varios meses, la mejor sensación que había era la de un abrazo largo y prolongado. ¿Por qué no iba a ser así con el amor? Al fin y al cabo, amor y amistad son dos sentimientos muy semejantes, siendo el primero mucho más intenso y personal, y precisamente por esto, yo pensé que funcionaría.

Nos conocimos por obra del destino, quién nos iba a decir a nosotros que, habiendo tantos millones de personas en todo el mundo y siendo nosotros de países diferentes, nos íbamos a encontrar en un país que no era ni el tuyo ni el mío. He de decir, que a priori, no me llamaste la atención. Pensé "este niño es majo y bueno" pero nada más. Todo cambió tras aquella noche que recuerdo como si hubiese sucedido ayer, y que me gustaría que a ti te pasara lo mismo. Aunque sé perfectamente que no te acuerdas, pues ambos sabemos que la memoria no es uno de tus puntos fuertes. Desde ese momento me quedé colgada de tu acento, de tus manos y de la manera de rozar las mías; de tu voz y de tus complejas y discurridas expresiones. Pero lo más bonito fue, sin ninguna duda, que yo sentí que tú habías sentido lo mismo que yo; esa conexión no era normal.

Y así pasamos los siguientes días, juntos, riéndonos, picándonos, rezando por que esto no se acabase nunca. Recuerdo cómo me mirabas y cómo me tocabas, y, me atrevo a decir, que todavía tiemblo cuando recuerdo la forma en la que miraste aquel día, cuando haciendo canoa, salí de la mía y tú ya estabas en tierra. Ese día fue el penúltimo. Nos quedaban pocas horas juntos. Pero sin ninguna duda, esos últimos momentos fueron los mejores. Llevaba un tiempo sintiéndome una desafortunada y, conocerte y ver, que por una vez, mis sentimientos eran correspondidos, me hizo llenarme de confianza, fortaleza y felicidad. Gracias, supongo.

Me prometiste volver a vernos y me dijiste que te gustaría que nos encontrásemos de nuevo. No sabes lo feliz que me hizo eso, pues pensaba que querrías olvidarme y que me convirtiera en recuerdo. Pero qué tonta fui. Sí, la despedida fue preciosa y las conversaciones de los días posteriores también, pero, ¿qué pasó? ¿qué te he hecho? Me dejaste de hablar; supongo que a ti no te importaba pero yo estaba cada segundo preguntando el porqué. Hasta que un día me armé de valor y te decidí volver a hablar, no mucho, solo un "hola, qué tal". Pero ni siquiera me respondiste. Quizá supiste lo que iba a hacer después de que hablásemos un poco. Sí, declararme por primera vez a alguien, encima estando a 1265 kilómetros de distancia, porque llevo la palabra "loca" hasta las últimas consecuencias o quizá la palabra "enamorada" no sé, ¿me enamoré de ti en esos quince días? Nunca me lo había planteado porque pensaba que no, que era imposible; ahora que me hallo escribiendo estas líneas puede que sí sienta algo más de lo que pensaba, pero ese no es el caso.

Puede que esa conexión que teníamos no esté perdida y por eso tú no me respondiste, para que no pasase el mal trago. Probablemente tú ni te acuerdas ya de mí y yo me estoy martirizando, sacando teorías de la manga sobre el porqué de tu ausencia. 
Solo me queda confiar en el destino, aquel viejo amigo que nos unió, y confiar en que, si tiene que ser, tú y yo volvamos a encontrarnos, quién sabe dónde.
Y solo me queda pedir que, al menos, me recuerdes como un bonito recuerdo, como algo que no pudo ser, y como una chica loca, como tú me solías llamar riéndote, que haría cualquier cosa por ti, aunque llevemos sin hablar meses.

Recuérdame.

Después de esto, creo que la distancia no es el olvido. Son las personas.