lunes, 14 de diciembre de 2015

Estoy aprendiendo...

Estoy aprendiendo a vivir, a arriesgarme, a fallar, a equivocarme; a decir lo que siento sin tener miedo; a declararme, y a aclarar mis dudas; a querer(me), a valorarme, a no tener miedo por perder la dignidad, pues nunca lo haré si pienso que todo merece la pena; a actuar y a dejar de pensar tanto, que me escalabro; a no arrepentirme; a no preguntarme qué pasará si... Sino hacerlo y ya ver qué pasa. Que me he arrepentido de cosas que no he hecho pero nunca de algo que sí; a tomar la iniciativa, a dejarme llevar; a reirme sin complejos, a llorar delante de los demás, a expresarme, a luchar por lo que quiero y por quien quiero, a no dejar que nada me pueda, a sobrevivir, a ser yo misma; a saber que la gente comentará, pero que a mí me tiene que dar lo mismo; a desear(te) y a olvidar(te), a asumir que hay cosas que no son, a afrontar que la vida da muchas vueltas, que el mundo es un pañuelo; a quererte, a soñarte; a gritar, a salir corriendo, a creerme la mejor aunque sepa que no lo soy, que nadie lo es. A saber que la vida son solo instantes, momentos y que la vida por sí sola no existe, nosotros tenemos que configurarla por nosotros mismos. Somos genios, somos guionistas, somos el tiempo, somos las ganas, somos amor. Todo vale si nos hace felices. Aprendamos a vivir.

viernes, 20 de noviembre de 2015

Extraños conocidos.

¿Nunca os habéis preguntado qué pensará la gente de vosotros? No hablo de amigos o familia, gente que nos conoce de sobra, sino de esa gente que nos cruzamos de forma totalmente ordinaria e insignificante. Desde pequeña esto me ha llamado mucho la atención: cada día podemos ver alrededor de unas 50 caras nuevas diferentes sin expresar atención alguna, pero que en verdad, es algo mágico que tiene este mundo lleno de personas humanas y a priori, racionales.

Pensadlo: desde siempre nos han dicho que no hablemos con extraños. Por eso, es normal, que si no conocemos a alguien en el trabajo o en clase, no nos juntemos con ellos; pero por ejemplo, sí nos sentamos al lado de un completo desconocido en el autobús o en el metro o compartimos alguna mirada o sonrisa con algún compañero de vagón. ¿Verdad? ¿Habías caído en la cuenta? ¿Te parece interesante? Sigamos.
El transporte público es algo conocido por todos y muy normal, pero, qué me decís de ir a ver una película, a un restaurante o mucho más alucinante, coger un avión. Tengo mucha suerte porque desde pequeña he viajado a menudo en este medio de transporte y siempre me ha parecido increíble que 300 personas que no se conocen de nada, se hayan puesto de acuerdo para coger el mismo avión, de la misma compañía, a la misma hora, al mismo minuto y al mismo destino pero quizá, eso sí, con motivos diferentes. Solo por esto, las conexiones y relaciones entre humanos me parecen completamente fascinantes.
Lo mismo pasa con una película en el cine. Hay un montón de cines, de películas y de sesiones, y a lo mejor, un martes de diciembre a las 18:52, unas setenta personas hemos decidido ir a ver la misma película. Y lo mejor de todo es la diversidad: hay jóvenes, familias, ancianos. Cada uno de ellos, escondiendo una historia tras su rostro, pero que en ese momento, todos tenemos un presente de nuestra historia en común. Precioso, ¿eh?

Incluso a veces pienso sobre a lo que se podrían dedicar esas personas compañeras de avión, cine o metro. Por eso me pregunto si a alguien le habrá pasado conmigo. Algo que nunca sabré, porque desgraciadamente, todavía no se lleva eso de hablar con gente que no conoces, aunque igual deberíamos probarlo, quizá nos estamos perdiendo de conocer a alguien que es igual que nosotros, o totalmente diferente. Por eso habría que descubrirlo.

Viva la humanidad, sobre todo en estos tiempos.

Y ahora contadme, ¿alguien más se ha planteado esto o soy yo, que estoy demasiado loca?

Besos.-


domingo, 8 de noviembre de 2015

Pequeños detalles para vivir mejor


El mundo va en picado, se cae como las hojas de los árboles en tiempo otoñal, está triste, le cuesta girar. Parece que la guerra le ha ganado la batalla al amor, que lo negro abunda y ya no se ve el color, los propios humanos tienen que huir de sus países y, seres que se hacen llamar hombres matan a sus propias mujeres…
Qué está pasando. Me declaro culpable de no entender nada, de no saber qué hacer y de sentir impotencia cada vez que veo las noticias.

Vivimos en un mundo en el que la desesperación está a la orden del día, a la gente le cuesta sonreír y es muy difícil poder comprarse cualquier cosa. Pero ahora es cuando debemos darnos cuenta de que lo mejor de este mundo no son cosas y que no hace falta que sean compradas con dinero. Se trata de vivir lo más feliz que se pueda con pequeños detalles que nos rodean día a día y que parecen insignificantes pero, que de manera inconsciente nos sacan una sonrisa: desayunar la pizza del día anterior, escuchar tu canción favorita, ir caminando y que se escuche una melodía tocada por el músico ambulante; el primer baño del verano, y el primer helado; una gran carcajada producida por algún amigo de esos por los que darías la vida; pasar las tardes en casa sin hacer nada o estar con alguien solo por estar, sin necesitar nada más; sentir que vuelas al verte inmersa en una ráfaga de viento; enamorarte en el metro; un beso; un abrazo capaz de decirte sin palabras que todo va a ir bien; escribir lo que sientes; leer el libro que estabas esperando; dibujar tu paisaje favorito y una lista infinita de cosas, que cada persona, con sus costumbres y sus rarezas podría elaborar.


El mundo está en picado. Todo se derrite como los icebergs y nada parece merecer la pena. Pero siempre queda algo de esperanza, algo de luz, por pequeña que sea. No nos callemos ahora, y empecemos a vivir.

domingo, 1 de noviembre de 2015

El tiempo, París y nosotros


Qué pequeña me siento cuando pienso en lo grande que es el mundo y en todos los lugares que existen para encontrarme contigo. Siento una gran disyuntiva dentro de mí cada vez que pienso en esto y en nosotros, porque:

por una parte, hay millones de lugares donde podríamos vernos: girarme y encontrarte, jugar al escondite, estar haciendo una foto a un monumento y que grites mi nombre sin yo esperarlo. ..
Pero por otra, muchos son los lugares donde podríamos vernos, y, dime: ¿tendría que ir a todos solo por verte? ¿En qué orden? Sería jugar a la Odisea, con la diferencia de que tú no estarás al final de mi aventura esperándome.

Y dime, qué hago si estoy en mi casa, mientras llueve fuera, pensando en ti, sin saber lo que estás haciendo. Que lo mismo ya estás con otra, diciéndole “je t’aime” mientras sonríes y yo sigo aquí, porque nadie ha sabido llenar tu vacío. 
Confío en mi amigo el tiempo. Él ya me conoce, y sabe la dosis que necesito para olvidar algo como esto. Aunque creo que es a lo más grande que me he enfrentado y no sé si ni siquiera él va a saber consolarme.
Y en este caos de vida que llevo, en el que no hago otra cosa que pensar en ti, te propongo un plan:


¿Quedamos en París dentro de cinco años?

jueves, 29 de octubre de 2015

Inspiración nocturna.


Últimamente, cada vez que me acuesto para ir a dormir, la inspiración me viene de golpe. No sé a qué se debe, pero cada vez siento más las ganas de dar un impulso atroz y levantarme para escribir lo que vaga por el océano de mi mente. Lástima que el cansancio propio de las postrimerías del día, no me lo permita.

Hoy he conseguido acordarme de algo, no mucho, solo unas palabras, pero suficiente para decidirme a escribir de nuevo. Decía así…

“llovía fuera y yo…” eso es lo único que recuerdo. Pero me ha servido para crear una nueva invención, todo sirve de algo cuando se trata de pasión y sentimientos. Procedamos.

Llovía fuera y yo estaba pensando en ti, para variar. Estaba sentada en mi sofá mientras una taza enorme de café con leche y mucha espuma se enfriaba, veía mi película favorita, con su historia de amor característica y, para completar mi día tan perfecto, me habían dado la feliz noticia de que hoy tenía pizza para cenar. Lo tenía todo. Pero me faltabas tú.

Cuando pienso en ti, no te figuro a mi lado viviendo algo impresionante, te trato de imaginar en tu vida, en tu día a día, con la gente que te rodea y que yo no conozco, pero que les envidio profundamente porque tienen la suerte de tenerte como amigo;  y mientras yo aquí.

A veces me da por pensar que tú también estás pensando en mí. Y eso me mata más. Creo que no podría permitirme a mí misma el saber o descubrir que todo este tiempo has sentido lo mismo que yo y que, por sustantivos  tan voraces como el orgullo, el destino, las circunstancias o vete tú a saber qué, no podemos estar juntos. Prefiero pensar que no me quieres, que no me piensas y que yo sola curaré mi herida. Como siempre hago.


Llovía fuera, y de repente un rico olor a palomitas de microondas me sacó de mis pensamientos tan bonitos pero a la vez tan mortíferos; un minuto de cada quinientos veinte, pienso que igual no puedo disfrutar de tu lado, pero que puedo hacerlo de la vida con los pequeños placeres que esta nos regala. Y ahora me encuentro en este momento, las palomitas están listas: te veo en sesenta segundos.

lunes, 26 de octubre de 2015

Reflexiones de una morena: ¿La distancia es el olvido?

Y me volvió a pasar. A mí, que me prometí a mí misma no volver a caer. Aquí estoy. Dicen que la distancia es el olvido, yo como una ingenua me resistía a creer eso: "Todo es posible si hay amor", decía; "El amor lo puede todo", insistía. Antes de esto, había tenido unas cuantas amigas en distancia, y todo había funcionado perfectamente. Hablábamos todos los días, hacíamos skype, y cuando conseguíamos vernos en persona cada varios meses, la mejor sensación que había era la de un abrazo largo y prolongado. ¿Por qué no iba a ser así con el amor? Al fin y al cabo, amor y amistad son dos sentimientos muy semejantes, siendo el primero mucho más intenso y personal, y precisamente por esto, yo pensé que funcionaría.

Nos conocimos por obra del destino, quién nos iba a decir a nosotros que, habiendo tantos millones de personas en todo el mundo y siendo nosotros de países diferentes, nos íbamos a encontrar en un país que no era ni el tuyo ni el mío. He de decir, que a priori, no me llamaste la atención. Pensé "este niño es majo y bueno" pero nada más. Todo cambió tras aquella noche que recuerdo como si hubiese sucedido ayer, y que me gustaría que a ti te pasara lo mismo. Aunque sé perfectamente que no te acuerdas, pues ambos sabemos que la memoria no es uno de tus puntos fuertes. Desde ese momento me quedé colgada de tu acento, de tus manos y de la manera de rozar las mías; de tu voz y de tus complejas y discurridas expresiones. Pero lo más bonito fue, sin ninguna duda, que yo sentí que tú habías sentido lo mismo que yo; esa conexión no era normal.

Y así pasamos los siguientes días, juntos, riéndonos, picándonos, rezando por que esto no se acabase nunca. Recuerdo cómo me mirabas y cómo me tocabas, y, me atrevo a decir, que todavía tiemblo cuando recuerdo la forma en la que miraste aquel día, cuando haciendo canoa, salí de la mía y tú ya estabas en tierra. Ese día fue el penúltimo. Nos quedaban pocas horas juntos. Pero sin ninguna duda, esos últimos momentos fueron los mejores. Llevaba un tiempo sintiéndome una desafortunada y, conocerte y ver, que por una vez, mis sentimientos eran correspondidos, me hizo llenarme de confianza, fortaleza y felicidad. Gracias, supongo.

Me prometiste volver a vernos y me dijiste que te gustaría que nos encontrásemos de nuevo. No sabes lo feliz que me hizo eso, pues pensaba que querrías olvidarme y que me convirtiera en recuerdo. Pero qué tonta fui. Sí, la despedida fue preciosa y las conversaciones de los días posteriores también, pero, ¿qué pasó? ¿qué te he hecho? Me dejaste de hablar; supongo que a ti no te importaba pero yo estaba cada segundo preguntando el porqué. Hasta que un día me armé de valor y te decidí volver a hablar, no mucho, solo un "hola, qué tal". Pero ni siquiera me respondiste. Quizá supiste lo que iba a hacer después de que hablásemos un poco. Sí, declararme por primera vez a alguien, encima estando a 1265 kilómetros de distancia, porque llevo la palabra "loca" hasta las últimas consecuencias o quizá la palabra "enamorada" no sé, ¿me enamoré de ti en esos quince días? Nunca me lo había planteado porque pensaba que no, que era imposible; ahora que me hallo escribiendo estas líneas puede que sí sienta algo más de lo que pensaba, pero ese no es el caso.

Puede que esa conexión que teníamos no esté perdida y por eso tú no me respondiste, para que no pasase el mal trago. Probablemente tú ni te acuerdas ya de mí y yo me estoy martirizando, sacando teorías de la manga sobre el porqué de tu ausencia. 
Solo me queda confiar en el destino, aquel viejo amigo que nos unió, y confiar en que, si tiene que ser, tú y yo volvamos a encontrarnos, quién sabe dónde.
Y solo me queda pedir que, al menos, me recuerdes como un bonito recuerdo, como algo que no pudo ser, y como una chica loca, como tú me solías llamar riéndote, que haría cualquier cosa por ti, aunque llevemos sin hablar meses.

Recuérdame.

Después de esto, creo que la distancia no es el olvido. Son las personas.

jueves, 8 de enero de 2015

Mi libro favorito: Marina.

¡¡Hola!! ¿Cómo estáis? Sé que he estado un tiempo sin subir nada pero con las fiestas navideñas me ha sido imposible subir ninguna reseña.
De todas formas, lo que voy a hacer hoy no va  a ser una reseña normal, sino que voy a hablaros de mi libro favorito: Marina, de Carlos Ruiz Zafón.

Hace bastante que me lo leí por lo que no me parece justo hablar de todos los detalles de forma minuciosa, pues puede (y seguramente) se me escape algún detalle. Simplemente os invito a leeros una obra tan fantástica.
En esta se mezclan el amor, amistad, aventuras, misterio, todo en un ambiente inigualable, te cautivará desde el primer momento. La primera vez que me lo leí, no podía parar. Pasan muchísimas cosas, y la mayoría no te las esperas, desde luego, no te defraudará si te gusta el género. Además, tengo que decir que fue la primera vez que lloré con un libro (por cómo acaba y por el simple hecho de que lo había terminado).

Bien, no voy a decir mucho más, os dejo un resumen del libro y espero de veras que lo leáis, si me hacéis caso, espero que os guste.

En la Barcelona de 1980 Óscar Drai sueña despierto, deslumbrado por los palacetes modernistas cercanos al internado en el que estudia. En una de sus escapadas conoce a Marina, una chica delicada de salud que comparte con Óscar la aventura de adentrarse en un enigma doloroso del pasado de la ciudad. Un misterioso personaje d e la posguerra se propuso el mayor desafío imaginable, pero su ambición lo arrastró por sendas siniestras cuyas consecuencias debe pagar alguien todavía hoy.

Hasta la próxima historia.